martes, 12 de agosto de 2014

Capítulo 28

Contuve la respiración en cuanto la luz me cegó. El panorama desde un punto de vista humano, en vez de mecánico, era todavía más horrible. La sangre se olía en el aire de aquella amplia entrada, en la que habían estado congregados y dispuestos a matarnos unas cuantas decenas de soldados, lo que me provocó que la bilis se me subiera a la boca pero la contuve mandándola a donde pertenecía. Las moscas iban poco a poco apoderándose de los cadáveres allí abandonados. Aparte de las muertes que había visto desde la sala de control, varios soldados allí presentes habían sido gravemente mutilados, por ser causas colaterales del gran enfrentamiento entre los dos hombres que habían desafiado a la naturaleza convirtiéndose en graves erratas de ésta. Los miembros cortados a espada o arrancados de cuajo se hallaban aún tirados y ensangrentados mientras que los dueños de aquellas partes  gritaban, sollozaban, lloraban y se morían lentamente bajo la aguda hoz del dolor y la agonía.

Apenas se divisaban las figuras de Will y Zeev. Sus golpes eran mortales y rápidos. Las chipas de ambas armas metálicas golpeandose en un baile agónico volaban por el aire a cada golpe. Miré a mi alrededor y vi los ojos caoba de Anne mirandome sin expresión, sin luz, sin vida. Como a ella una punzada de culpabilidad me atravesó el pecho dejándome sin respiración. Era la peor pesadilla que había vivido nunca. Necesitaba llamar la atención y acabar con esto. Cogí el arma con las dos manos y apuntando al techo disparé. Los trozos de escombros se precipitaron contra mi, pero apenas me cayó una nube de polvo blanquecino. Por segundos las miradas se centraron en mí, creando una paz efímera.

- ¡Basta! - grité con toda la fuerza que me vi capaz de encontrar. - Sois monstruos, - les dije sin apenas contener las lágrimas. Las palabras salían por mi boca sin darme tiempo a pensar que estaba diciendo. - arrebatais las vidas de los demás sin apenas percataros porque no os afecta. - la cara de Zeev se relajó, volviendo a encadenar al monstruo que lleva dentro, y sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta de sus atroces actos. La espada, que debió de quitarle a su legítimo dueño en su salvaje trance, resbaló de su mano cayendo estrepitosa y sonoramente contra el suelo. Al ver esa acción la expresión se Will apenas cambió pero el pequeño paso que avanzó me ayudó a saber que algo planeaba hacer, y no se trataba de algo bueno. La mano en la que sostenía su espada se levantó para dar el golpe final a aquella lucha, pero la bala se le incrustó en esa extremidad dejándosela inútil. Le había disparado.

Nunca me imaginé esa sensación. Superioridad. A pesar de hacer daño a uno había salvado al otro. Pero el trabajo no había acabado, con todo el sufrimiento que han pasado muchas personas a causa de William Gallager, un disparo en el brazo no es suficiente. Con paso firme me acerqué a él, a una prudente distancia, levanté el brazo que portaba el arma y volví a apretar el gatillo. La bala impactó en su pierna izquierda, haciendo que callera al suelo. Un eco me gritaba lejanamente que me detuviera, que no lo hiciera. Ignoré esa voz y deje que se apoderara de mi ese sentimiento profundo y oscuro. Me detuve con William postrado a mis pies, tenía sus ojos verdes muy abiertos, una expresión de confusión y decepción deformaba su bello rostro, un mechón castaño le caía sobre los ojos, lo tenía mucho más largo que cuando le conocí en aquella vida de ensueño. Una imagen fugaz de aquel apuesto muchacho sonriendo hacia mí, acariciando mi piel, besando mis labios inundó mi mente durante un momento, pero todo aquello era mentira, una treta de un psicópata maníaco. Mi mano se levantó hasta que el arma estuvo a la altura de la sien de William. Solo tenía que tentar un músculo y se acabaría la pesadilla.  Solo eso. Pero en sus ojos no había miedo, había desesperación. La voz en mi cabeza aumentó y comenzó a gritarme que me detuviera de inmediato. Algo impidió que apretara el gatillo, se me arrebató el arma y un brazo fuerte tiró de mi haciendo que mi cuerpo girara sobre si mismo. Zeev. Su cara me miró con preocupación mientras de reojo controlaba a William y continuaba apuntándole en la cabeza con la pistola para evitar algún movimiento estúpido que pudiera llegar a hacer.

- No voy a permitir que cargues con la muerte de una persona a sangre fría. - dijo serio clavando su mirada de oro en mis ojos. Dios mío... Iba a asesinar a una persona, a Will. La imagen de lo que podría haber pasado si no me hubiera detenido Zeev se paso por mi mente como un tren arrollándome. Miré a William allí tirado y herido, a punta de pistola y sólo el pensar que podría haber acabado con la existencia de una persona me destrozaba el alma. Yo no seré jamás la persona que decide quien vive y quien muere a pesar de lo que haya hecho en su vida. - Ve hacia dentro. - me ordenó firmemente, empujandome lentamente para atrás con el antebrazo. - ¡Ya! - alcé la cabeza y su mirada estaba fija en la cantidad de soldados que se aproximaban a nosotros. Comenzamos a retroceder un poco y al ver ese miedo William gritó:

- ¡¡Atraparlos!! - una cantidad desmedida de soldados comenzaron a correr hacia nosotros.

Giré sobre un pie y eche a correr hacía el interior del búnker. Sentía la presencia de Zeev pisandome los talones, lo que me tranquilizaba. A los pocos metros de llegar a la gran puerta metalizada sonó un gran estruendo y la mole de metal se abrió lo suficiente como para apenas entrar nosotros, pero para evitar que ningún intruso se infiltrara en nuestro refugio comenzaron a cerrar el portalón, cuando apenas nosotros habíamos pasado. La aprensión me empezaba a desbordar y me hacía perder el control de mi mente y cuerpo, moviendome así por puro instinto y miedo. Yo entré con rapidez y casi sin problemas pero Zeev, que iba detrás mía, le faltaron cinco centímetros para que su pie quedara aplastado entre las dos masas de metal macizo. El chocar de los cuerpos de los hombres que nos pisaban los talones contra las puertas resonaba por toda la sala, acelerando mi pulso a cada golpe.

- Tienes que salir de aquí. - dijo Zeev entrecortadamente a causa de la fatiga de la carrera. - Lleva a todos contigo, sé que eres capaz de ello. En tu cabeza está todo lo que necesitas, sólo esfuérzate en recordar. - se aproximó a mi y me acarició la frente delicadamente.

- Todos decís cosas así, y no sé porqué.

- Yumi, escúchame, ahora no es tiempo de discutir si podrás o no. Tu reúne a todos y sácalos por la trampilla de las calderas, - hice memoria de cuando me dedicaba a explorar el lugar y recuerdo ir con Julie a una sala llena de maquinaria en la que hacía mucho calor al final de un pasillo muy grande en la parte más apartada del bunker. - yo me quedaré aquí y los distraeré.

- ¡¡Jesse!! ¡¡Yumi!! ¡No hemos acabado! - se oía gritar a William tras nuestras espaldas, lo que nos puso más nerviosos.

- Es una locura, te matarán.

- No le tengo miedo a la muerte o el dolor, ya estuve en el infierno y he salido victorioso de él. Vete.

Me empujó hacía donde todos se encontraban y me vi corriendo asustada oyendo el sonido de mis desesperados pasos, alejandome de una persona que quería por puro pánico. Rogaba por que salieramos de esa situación, sea como sea, aunque el futuro se veía más oscuro que la noche.

lunes, 21 de julio de 2014

Capítulo 27

La enorme puerta comenzó a abrirse mientras yo palidecía y la fugura del sol comenzaba a deslumbrarme y a inundar la instancia con su radiante luz. Zeev con paso firme cruzo el humbral dejando tras de sí una figura translúcida. Intenté alcanzarlo pero las puertas fueron más rápidas que mis pasos y se cerraron con gran extuendo.

- ¡Zeev, no! - gritaba aporreando el metal con mis puños, las manos comenzaban a doler pero era la única forma que tenía de llamar la atención.

Cansada por el esfuerzo y los nervios en mi mente se iluminó otra posibilidad de poder llegar allí afuera. Corriendo lo más rápido que daban mis piernas llegué en muy poco tiempo a la sala en la que todos contemplaban la escena que mostraban los monitores, en los que hacía apenas horas se había presenciado el asesinato de la joven Anne.

- Me da igual, tu problema es conmigo, William. - decía la voz de Zeev desde el monitor a la defensiva. La imagen mostraba a Zeev en el umbral de la gran puerta mecánica, a Will a pocos metros de él aún sosteniendo en alto la espada ensangrentada y el cuerpo inerte de Anne en una esquina dándonos a los presentes un macabro recuerdo. - Yo te robe lo que tu crees tuyo, así que si buscas venganza mátame a mí.

Una risa profunda y catartica se escapó de la garganta de Will, haciendole bajar el arma y con la mano libre colocarla en sus costillas, en símbolo de que las palabras de Zeev le hacían mucha gracia.

- Muy hábil. Jesse, fuiste sujeto de un experimento del que saliste airoso, el cual te proporcionó unas capacidades de regeneración y velocidad "inigualables", según tu creador - dijo remarcando las comillas evantando la mano y encogiendo el dedo índice y corazón. - Pero... - en un segundo se encontraba delante de Zeev. Una persona normal hubiera muerto por la estocada, pero gracias a que Zeev no es normal pudo evitarla a duras penas sin un rasguño. Pero se palpaba la cara de sorpresa por la velocidad adquirida de Will, es sobrehumana. - No eres el único.

- ¡¿Pero qué has hecho?! - le grita Zeev a Will, apartándose para evitar otro ataque.

- Pues veras, investigué por mi cuenta y creé yo mismo un suero capaz de darme el poder que tu tienes. Regeneración. Velocidad. Capacidad perceptiva. Todo para lograr un cuerpo inmortal y perfecto, para lograr un don.

- No es un don William, es una maldición.

- Tu lo ves así porque no sabes apreciar su belleza. Pero el problema es que es efímero su efecto. Precisa que se reinyecte el suero en el torrente sanguíneo para su buen funcionamiento...

- ¿No fue capaz de lograr mantenerlo permanente? ¿O no quiso hacerlo? - interrumpío Germán en silencio en la sala mientras de fondo se seguía escuchando a Will decir cosas técnicas sobre su suero.

- ¿Por qué lo dices, Germán? - le pregunté intrigada por esas cuestiones.

- Porque para lograr efectos permanentes le introduje una toxina a la sustancia en cuestión que hace los efectos permanentes pero a cambio de la voluntad del sujeto. - la sala cayó en un silencio sepulcral esperando a que Germán prosiguiera. Dio un suspiro sonoro y continuó cabizbajo - De hecho al despertar de la aplicación de la sustancia, Zeev asesinó a sangre fría a guardias y científicos que le observaban. - sus palabras me petrificaron, pero continuó a pesar de mi expresión y la de todos los presentes - Dos científicos, Jonh Clirck y Nick Adel, mis ayudantes; y tres guardias que los intentaron socorrer pero encontraron la misma suerte que mis ayudantes. Desgraciadamente no llegue a conocer a esos hombres. Fue una matanza horrible, Zeev jamás se recuperó de aquello porque desgraciadamente recuerda cada acto. Nunca se perdonó a si mismo y se ha odiado desde aquella, aún que nunca más dejó que aquella sensación lo invadiera y controlara.

Por esa razón se odia y se aleja de la gente. Yo logré acercarme a él ¿Por qué? ¿Qué hice? Y al formularme esas preguntas apareció en mi cabeza la imagen de un Zeev más inestable pero igual de hermoso diciendome con dulces y sinceros ojos dorados: "Gracias, has sido la única persona a la que he intentado apartar y ha removido tierra y cielo para entenderme y mantenerme a su lado, me parece que por eso estoy enamorado de ti." Me sonrojé y preocupé más al recordar aquella declaración casta pero sincera. ¡Zeev! Volví a mirar a la pantalla después de un momento dentro de mi cabeza. Allí vuelvo a encontrar la misma imagen que estaba cuando aparté la mirada hace rato.

- Estás loco. - declaró Zeev a una distancia prudente de Will. Dios mío, es inaceptable la demencia que esconde Will en su cabeza.

- Por ella, sí. Es fácil, entregate y devuélvemela.

- Nunca.

- Pues atente a las consecuencias. Haré que pases los peores momentos de tu vida antes de quitártela a la fuerza como hiciste tú.

Con un movimiento que era casi imposible seguirle con la mirada se alejó de Zeev, provocando mucho desconcierto en todo ente presente. ¿Qué pensaba? La figura de Will aparece detrás del capitán McConaughey, los ojos verdes del hombre se abren con sorpresa, mientras la cabeza se separa del cuerpo en un movimiento fugaz y decidido del frío metal a manos de Will. La imagen pasa como si alguien hubiera puesto el tiempo a cámara lenta. La cabeza vuela mientras el cuerpo cae pesadamente al suelo bañado el ambiente en una ola de intenso carmesí brillante, a los pies de un William Gallager oscuro y ensangrentado.

- ¡¡¡PAPÁ!!! ¡¡NOO!! - los ojos de Zeev casi se salen de las órbitas de los abiertos que los tenía,  su expresión estaba desencajada de la sorpresa y el sufrimiento. Apesar de lo frío que intentara ser Zeev el ser humano esta hecho para amar y el amor fraternal es eterno e incondicional. La figura de Zeev se yergue en la pantalla, subiendo la cabeza y dejando ver una expresión oscura y salvaje, ha perdido el control bajo el dominio de la bestia que le implantaron en su interior hace siete años y que le ha amargado su existencia desde el mismo momento en que esa maldición entró en su torrente sanguíneo.
- ¿Preparado para sufrir? - desafía William desde una esquina de la pantalla.

- ¿Y tú para morir? - le devuelve en un gruñido Zeev.

Los dos jóvenes se enzarzaron en un baile asesino de rápidos ataques, estocadas, contraataques y traspiés a una velocidad inhumana. Hasta los mismos soldados se retiraron con horror y miedo. Eso ya no era un asunto de rebeldía al gobierno, no esos dos muchachos combatían por algo más profundo y macabro que simples ordenes gubernamentales. Tras varios minutos de combate sin igual me decido que a ese ritmo hasta el más poderoso de los humanos perdería la vida si no se detenía aquello. Harta de sólo observar, cogí el arma que me proporcionaron y decidí dejar la lógica y el sentido común en una esquina, ya que nada de lo que ocurría era lógico, y dejar que mi instinto y percepción guiarán mis pasos en esta situación.

Salí de la sala con paso firme, armada, descuadrado a todo el mundo, y retomé el camino que había hecho a la inversa para poder ver lo que pasaba en el exterior. Mis botas retumbaban en el suelo a cada paso. En poco tiempo me topé de bruces con el enorme portalón que me evitaba el acceso al mundo exterior. La luz azulada que pasaba entre el agua del tragaluz me iluminaba lo suficiente para que se me viera la cara con total claridad por la cámara colgada en el techo. Con decisión me hinché y miré a la cámara.

- Abrid la puerta. - dije clara, alta y autoritariamente. Pero la puerta ni se movió - ¡Ya! - grité y en segundos la puerta con un sonido chirriante comendo su lento paseo para dejarme salir. No tengo ni idea de que pretendía hacer pero sin pensar siquiera salí al exterior, permitiendo que un destino incierto se cirniera sobre mí.

viernes, 11 de julio de 2014

Capítulo 26

¿Cuán grande habría sido mi mundo si él hubiera seguido siendo él?

Las verdades caen como losas en la espalda que te rompen todos los huesos con un dolor interno tan potente que apenas puedes mantenerte de píe, las piernas tiemblan, la cabeza se desvanece hacía cualquier otro lugar que no sea ese y el corazón se  te desgarra produciendo que tu mundo se rompa junto con él.
Cuando la persona que supuestamente amas desaparece apareciendo tras de si una sombra negra y tenebrosa no tienes otro deseo en tu cabeza más que desaparecer de lo vil que puede ser la vida y los que entran en ella. Eso fue lo que yo experimente cuando vi todo aquel panorama. Me destrozó el poder ver con mis propios ojos que los extraños sucesos que estaban ocurriendo en mi vida solo eran culpa de un psicópata malnacido obsesionado con poseer los poderes que solo a un Dios son concedidos... En los últimos días me había movido de un lugar a otro ya sin apenas darme cuenta que lugar era real y cual no, había podido volver a valerme por mi misma otra vez; pero en cuanto esa espantosa imagen entro por mis retinas y llegó a mi cerebro me bloqueé. Todo lo que había intentado creer con fervor durante el poco tiempo que podía llegar a recordar se desmoronó como un castillo de naipes con una leve ráfaga de viento.
Las piernas finalmente me fallaron y me caí de rodillas. A mi alrededor había revuelo, unos llorando, otros sin saber que hacer miraban la figura sangrante del monitor atónitos. Yo no era capad de levantar la mirada, los músculos no me respondían. Will, el muchacho del que yo creí estar enamorada, había acabado con la vida de una joven sin escrúpulos, sin pensarlo dos veces. No podía creérmelo.

- Mami... - dijo la niña llorando al entrar por la puerta, sorprendiendo a todos. - Mami, no... ¡levántate mami! ¡¡MAMI!! - Julie corrió hacia el monitor y continuo gritándole a su madre que se levantara, aún que eso jamas pasaría.

Todos nos quedamos inmóviles, ver una niña en la situación de Julie era un castigo para la conciencia de todos los allí presentes. Lya apareció jadeante por la puerta nombrando a Julie. Conociendo a la niña se habría escabullido de Lya sin que esta se diera cuenta y al darse cuenta corrió tras la niña. Pero había tardado demasiado en encontrarla.

- Sacarla de aquí, ya - ordenó Zeev que fue el primero en reaccionar.

Lya agarró a la niña haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas, Julie pataleaba y lloraba pidiendo por su madre, a la cual nunca más podría volver a ver. Desaparecieron las dos por la puerta dejando tras de si un rastro de llanto, agonía y dolor. La sala volvió a quedarse en un silencio después de que los gritos de la niña desaparecieran lentamente por el pasillo. Hundí mi cara entre mis manos; no me lo podía creer, no, me era imposible creerlo.

- Se acabo, - rompió el silencio Tomás - no tendrán piedad con nosotros a no ser que le demos lo que quiere. - alcé la cabeza y vi todas las miradas de los presentes puestas en mi. Me asusté al saber que mi destino inminente sería el reunirme con un psicópata que a saber que tramaban hacer conmigo sus perversas neuronas.

- Ni se os pase por la cabeza. - dijo Zeev muy serio.

- Pero... - intentó replicar Alec.

- ¡Que no! Me niego. Me he jugado el cuello para sacarla de allí, como para ahora dársela como un obsequio por haber venido aquí.

- Zeev, opino igual que ellos. - le digo levantándome y fingiendo que las piernas apenas me tiemblan del terror que invadía mi ser. - Siento lo que pasaste por traerme aquí, pero es la mejor solución. Si voy con ellos vosotros tendréis más posibilidades de vivir.

- No, te equivocas. Lo conozco bien como para saber que esa persona no tiene ni corazón ni humanidad. Si te sacrificas por nosotros lo único que conseguirás es volver al infierno del que te saqué y nosotros seremos acribillados igualmente. - me dijo acercándose a mí y cogiéndome los hombros con dureza pero cariño. - Yumi, paso de el típico cliché de que te haces la heroína, no quiero perderte.

- Debo hacerlo. - le supliqué vehemente.

- No. Punto. Su pelea es conmigo así que voy yo.

- Por favor Zeev, no. Empeoraras las cosas. - digo temerosa. En mi corazón se prendió con fuerza un sentimiento de angustia y miedo con el sólo pensamiento de perder a aquél ente que estaba postrado delante de mi. - Aparte, mira tu estado de salud, como estás por su culpa.

- Me da igual. Sois lo más importante para mí y no voy a permitir que acabéis cómo Anne. - con esas palabras se dirigió al exterior para intentar salvar nuestras vidas con determinación, aún a costa de su propia existencia.

Todos quietos en aquella sala, observando como una única persona muy apreciada se esforzaba por defender lo que realmente le alentaba a avanzar cada día,  se me antojó egoísta. Mire todas las caras atónitas de los presentes y no vi un atisbo de que fueran a evitar un suicidio en caso de Zeev o que quisieran unirse a su causa, así que di un paso decantándome por la primera opción. Corrí tras Zeev pero apenas lograba alcanzarlo, por más que pretendía detenerlo con palabras, implorando, rogando, su paso no se detenía y continuaba firme tal como iría en sus tiempos de soldado, firme y desafiante a una muerte inminente. Únicamente su paso se detuvo al llegar a la única puerta principal que le separaba del exterior.

- ¡¡William!! ¡Estoy aquí! ¡Me ofrezco voluntario para ser un pago para que retires tus tropas antes de tener más bajas! - gritó con voz fuerte para asegurarse de que se oía su voz al otro lado de la enorme plancha de metal. Corrí con decisión y le abracé por detrás sintiendo su calor, tacto...

- No, no te lo voy a permitir. No puedo dejar que mueras. Que te atrapen. - girándose gentilmente me correspondió el abrazo.

- Y yo no podría aguantar el volverte a perder. Ya lo sufrí y no podría soportar una segunda vez. - me susurró con amor y melancolía. - Sé a ciencia cierta que es probable que no recuerdes aquel momento ni los sentimientos implicados pero yo si que los recuerdo y observarte marchar con él se me hizo el peor castigo impuesto al hombre.

Una lágrima se deslizo por mi rostro, seguida de muchas más. ¿Lo perdería?  Me abracé a el con más fuerza y lloré en su hombro. Pero el momento fue efímero.  Con cuidado y poco a poco se fue separando de mí. Como despedida un beso en la frente, pero a mi me supo a poco y agarrándole del cuello de su ropa acerqué su rostro al mío, coloque mis labios sobre los suyos e intente que ese beso le revelará todos los confusos sentimientos tejidos en mi alma.

- Ahora aún se me hace más difícil dejarte atrás.

- Pues no lo hagas.

- Es lo mejor. - sin remedio Zeev emprendió una marcha fúnebre por la supervivencia de unas pocas personas con unos ideales únicos.

miércoles, 23 de abril de 2014

Capítulo 25

Se respiraba tensión en ese ambiente tan hostil, los soldados a mis órdenes corrían de un lado a otro jadeantes revasteciendo a los soldados de más grado encargados de los explosivos. Desde mi posición, bajo una carpa y sentado en un cómodo asiento, se oían las explosiones de los intentos de derrumbar esa gran masa de duro metal. Cada sonido producía en mi una sensación de regocijo que levantaba mi alma del suelo, a cada estallido de pólvora me encontraba más cerca de lograr recuperar lo que es mío, más cerca de ella.

-... por eso es una estupidez, dé la orden de parar. ¿Me está escuchando señor Gallager? - oía por detrás al capitán McConaughey dándome un discurso.

- Dos cosas, capitán. Primera, no me interesa lo que dice y por consiguiente no, no le estoy escuchando. - dije con aburrimiento y sin siquiera mirarle a la cara. - Segunda, mi padre, el Capitán General y el Presidente del país, me ha concedido poder sobre todas las personas que puedes observar y sobre todo el arsenal militar. Puedo hacer con ello todo lo que yo desee.

- Con todos mis respetos, William, usted es demasiado joven como para saber que hacer con ese poder.

- Mi padre no opinó lo mismo, soy un niño prodigio. Mi cociente intelectual es mucho mayor a la media y soy suficiente maduro como para dirigir esta situación. Que tenga veinte años no es excusa.

- Mi hijo también era un niño prodigio y mire, se le entregó un poder muy grande y las decisiones que tomó a causa de eso fueron todas erróneas.  Ser joven no es cuestión de edad, es de falta de experiencia. Y a mi parecer ni usted ni Jesse estuvisteis nunca preparados para tal responsabilidad. - me soltó cabizbajo mirándome como con algo de lástima.

- No me compare con su hijo. - le respondí violento, levantándome de golpe del asiento - Por culpa de los destrozos y las guerrillas de las que él es el responsable y de su ineptitud para cazarlo es por lo que mi padre confía más en mí que en usted. Yo en cuestión de semanas he llegado al escondite de los rebeldes, con la guarida de su hijo.

- Tuviste ayuda.

- Pero logré muchísimo más que usted en años. Así que ni se le pase por la cabeza decirme algo sobre como debo actuar.

- ¿Permiso, señor? Traigo informes sobre la primera línea- se adentró temeroso un cadete recién incorporado.

- Adelante, habla. - le ordené.

- La primera puerta ha cedido y nos encontramos con otra segunda puerta. Seguimos sus instrucciones y sin aminorar seguimos bombardeando la segunda puerta.

- No me has contado nada nuevo, todo eso ya lo sabía. ¿Tienes algo nuevo o ya te retiras? - le dije antipático, no tenía el humor como para que un cadete novato me contara historietas que ya sabía. - Ve al grano.

- Perdón, señor. Hay movimiento del enemigo. - Noté como cada fibra de mi cuerpo se tensaba. ¿Se habían rendido y pretendían devolvermela? Yumi, en ella era en lo único que podía pensar. Salí de la carpa sin detenerme a oír ni un detalle más de aquel cadete.

El trajín era si cabe mucho más intenso que hacía un rato atrás. Dos cadetes pasaron corriendo, no pude evitar recordarnos a Jesse y a mí mismo en nuestros tiempos de cadetes, de eso hacía unos años. ¿Por qué se habían separado tanto nuestros caminos? Nuestros padres siempre estuvieron en un mismo ámbito social, así que al ser los hijos de los mayores cargos del ejercito y tener la misma edad, prácticamente, nos hicimos muy amigos. En todos los eventos hay estábamos nosotros dos para montar jaleo. Siempre fuimos uña y carne, incluso cuando decidimos alistarnos para que él pudiera seguir los pasos de su padre y yo cumplir con las expectativas del mío porque lo que me apasionaba a mi realmente era la ciencia. Como era de esperar eramos los mejores de nuestra promoción. Yo mientras entrenaba participaba en investigaciones sobre como hacer un ser humano insuperable por alteración de ADN, que realizaba junto con un famoso científico, e investigaciones privadas mías sobre el control del cerebro humano.

La investigación del ADN se aplicó en el ejército, en mi misma promoción, supongo que hay fue donde nuestros caminos se comenzaron a dividir ya que, Jesse y otros buenos compañeros de equipo se ofrecieron como conejillas de indias para ser objetos de experimentación. Ninguno sobrevivió a excepción de Jesse que dio unos resultados inigualables. Recuerdo la sangre de mis compañeros por el quirófano producidas por un rebote de ADN, que provocaba unas grandes reacciones alérgicas, tal como que el cuerpo rechazaba la piel y esta se deterioraba dejando el músculo sanguinolento a pura vista, todas terminaban en muerte dolorosa y agonizante. Jesse al entrar en esa sala y encontrarse con esa escena busco una cara amiga, estaba muy asustado, pero lo único que encontró fue mi cara impasible, todo era por el bien de la ciencia. A mitad del calvario me miraba con odio, como si yo fuera el responsable. Después de aquello se apartó completamente de mi, desde aquel día me dejó solo. Para aliviar ese vacío me dediqué en cuerpo y alma a mis investigaciones, que llevé a cabo en clandestinidad, pudiendo desarrollar finalmente un suero que aplicado al cerebro infunde al sujeto en un sueño profundo y permite crear realidades suplementarias en el cerebro de una persona, como si de un lienzo en blanco se tratase, el HDC o Hipnotic Dream Control. Mi sujeto en pruebas del HDC no era otra que la mujer que lideraba a los rebeldes, la hija de un senador, la mujer que yo amaba. Con gran esfuerzo la conseguimos atrapar y experimentar con ella, pero Jesse  me la arrebató. Por esa razón es por la que me encontraba en esta situación, tenía que recuperar a Yumi, no permitiría que nadie me la quite, jamás.

Con paso firme avancé hasta la primera línea y allí se encontraba la figura de una mujer joven. ¿Yumi? No, no era ella. Se trataba de la celosa muchacha que me había pasado la información sobre la posición de los rebeldes, Anne. Se encontraba pegada a la segunda puerta llorando y sollozando por su vida. Al verme se arrodillo a mis pies pidiendo clemencia.

- Señor no me mate, tengo una hija, ella me necesita.

- Yo no la veo. - dije seco. - Mira, Anne, el mundo funciona de una forma y para mi esa forma es muy clara.
- Señor, no comprendo. - acto seguido ella se levantó.

- Bien, lo explicaré para tu corta inteligencia. - suspiré - La forma de vida que yo tengo, mi lema en este mundo es que lo que quiero lo tengo y lo que no me sirve lo desecho. Tu, ya tuviste tu utilidad, eres un desecho. - le solté mirándola con asco y repugnancia. Con un rápido movimiento desenvainé mi espada y atravesé el cuerpo de la joven sin pensármelo. Sentí su respiración entre cortada en mi hombro, su sangre caliente brotando de su interior, vi el brillo de la sangre en el filo de la espada que se podía ver saliendo de la espalda de Anne. Retorcí el arma provocando que la joven soltara un pequeño grito junto con su último aliento y la saqué  del interior del cadáver dejando que cayera en el suelo levantando una nube de polvo, con los ojos abiertos como platos y sin brillo alguno que denominase que en ese cuerpo hubiera vida. Retrocedí unos pasos hacia una cámara allí puesta y apunté con el filo aún chorreante al objetivo. - Jesse, se perfectamente que te encuentras mirando esto. Devolvedme lo que me quitastéis o todos sufriréis la misma suerte que tuvo vuestra querida compañera. ¡Devolvedmela!

martes, 11 de febrero de 2014

Capítulo 24

Subimos decididos hacía la sala dónde se encontraban todos. Y una gran explosión acompañada por un temblor nos indicaba que la primera de nuestras barreras ya había caído. El ejército estaba dentro. Corrimos junto a los demás, pero ya no se encontraban observadores sino que ya estaban reaccionando, movilizarse para defenderse bajo la amenaza pertinente. Se armaban y vestían para la ocasión. Estando ya prácticamente preparados para la lucha nos reunimos para planificar la estrategia a seguir. Yo decidí observar la escena y acatar las órdenes de estas personas con mucha más experiencia que yo en ese campo.

- De acuerdo, debemos alejarlos del búnker. Si nos cogen aquí dentro no tendremos salida. - orientó Lya a todos.

- Haber, hay un herido, una madre y una niña. Hay que alejarlos para
 poder hacer algo, para tener una oportunidad. Quedarnos en este sitio es la mejor opción.- saltó Anne.

- Pero hay que abandonar esto de todas formas. Ya no es un lugar seguro, saben donde está y por mucho que los ganemos hoy van a volver mañana. - dijo Alec.

- Anne tiene razón. No podemos arriesgarnos a exponer nuestros puntos débiles. Hay que protegerlos a toda costa. - expresó Tomás - Y hay que pensar un plan rápido, prácticamente están dentro.

"Dentro". Una idea descabellada me vino a la cabeza al escuchar esa palabra. En la caza se hace entrar al animal en su madriguera para poder atraparle allí. Era nuestro terreno sabíamos los puntos de fuga de aquel lugar, mientras que el ejército, según sabíamos, sólo conocía la entrada.

- ¿Y si les tendemos una trampa?

- Estás loca. Es el ejército, inepta, - replicó Anne escéptica - y además está capitaneado por los dos mejores generales que han existido. Ni Zeev ha podido con ellos. ¿Qué pretendes llegar aquí sin más y exponernos a todos a una muerte segura sólo por irte de heroína? Si los demás son tontos y te siguen es su problema, pero ni yo ni mi hija te seguiremos.

No sabía como reaccionar. Cada palabra que pronunciaba o cada idea que expresara, todo lo que hacía yo le parecía mal a Anne. Me quedé de piedra, un enfado procedente de una impotencia considerable me corría por las venas.

- ¡¿Se puede saber qué te he hecho para que me odies tanto?! - estallé - Mira Anne, no pretendo caerle bien a todo el mundo, pero no he hecho nada para que me desprecies de esa manera. - en ese momento un recuerdo se abrió paso entre mi cabeza y como un rayo vi a Zeev más joven e inexperto diciendo unas palabras muy parecidas a las que yo acababa de pronunciar. Me quedé algo aturdida durante un instante pero intenté recomponerme lo antes posible.

- Es sencillo, eres muy imbécil. Primero decías que le querías y a la primera de cambio te largaste. Además, mientras Zeev se jugaba la vida para recuperarte tu escapabas a los brazos de, no sólo la persona contra la cual decías que ibas a luchar de por vida por sus actos corruptos, sino que también es la persona que más odia Zeev en este mundo, William Gallager. Por culpa de ese niñato Zeev está como está. Y además si están aquí es por que tu los has traído. Eres una traidora, por eso te odio. - el silencio se hizo en la sala. Todos esperaban que respondiera, y lo hice.

- Estás enamorada de él, ¿verdad? - dije cabizbaja, no lo hacía por atacarla pero realmente era lo que estaba pensando. Levanté la cabeza y la figura de Zeev asomaba por la puerta. Obviamente no se esperaba nada de lo que estaba ocurriendo. Anne estaba roja de rabia y le faltaba bien poco para pegarme un puñetazo.

- ¡Tú qué mierda sabes de el amor! Siempre te haces la víctima, haciendo ver a los demás lo desgraciada que eres. - en ese instante la que deseaba pegarle un puñetazo era yo. -  Nunca haces nada por nadie que no seas tu misma. Yo doy mi alma, hago lo que haga falta por conseguir lo que sea para que las personas a las que quiero estén bien y eso incluye el librarme de una molestia tan grande como tu.

¿Librarse de mi? Esa frase abrió mis ojos y en poco tiempo uní los cabos sueltos del raro comportamiento de Anne esta última temporada. Según lo que pude observar, Anne se había vuelto esquiva, especialmente conmigo pero también con todos los demás. En el tiempo en que yo estuve allí había hecho varias salidas del búnker sospechas y sin explicación. Además era imposible que el ejercito encontrara nuestro escondite por si sólo, pero Anne me quería fuera de allí y no podía librarse de mí sin que Zeev estuviera preocupado por mi. La forma que tenía de hacer que yo me fuera y de que no volviera y además atar a Zeev a su lado sino que tuviera opción a seguirme era delatando el emplazamiento de los rebeldes. Nadie se enteraría y hubiera salido bien si yo no la hubiera sacado de sus casillas.

- Tu... - suspiré preparándome para la acusación tan grande que iba a hacer - Tu le dijiste al ejército donde se encontraba este lugar. - la sala se conmocionó. Anne se asustó por un momento ante la acusación pero rápidamente su rostro cambió a una expresión de furia hacia mí, me acababa de declarar la guerra en silencio.

- Yumi, ¿estás segura? - dijo Alec muy atónito.

- Espero no tener razón, pero las cosas me cuadran. Anne, desconozco la razón por la cual el ejército me busca, pero tu sabías que me querían en su poder. Hubiera sido fácil librarse de mí de no ser por Zeev. Tu le amas y yo a él le importo lo suficiente como para que si acabara en las manos de el gobierno el fuera a buscarme como ya ha hecho, con lo que si hacías algo para librarte de mi sería muy llamativo y perderías su favor y su amistad. Planeaste el que era menos sospechoso el que vinieran ellos a por mí que yo fuese a ellos. Pero olvidaste en que habría una persona que notaría tu plan, tu hija. - las miradas se centraron en la niña. - Tus escapadas a los demás nos podrían dar un poco igual, pero Julie te echaba en falta delatando tu falta en el búnker.

- Lo hice por todos. No eres más que una astilla en mi dedo.

- Anne, es verdad entonces. Has traicionado a las personas que te querían de verdad. - sobresaltó Zeev a Anne hablando detrás de ella asomado en la puerta. Anne palideció al oír esa voz.

- Zeev... - se volteo lentamente. - No...

- ¡Lo acabas de confirmar! - dijo Lya con un tinte muy marcado de enfado y desprecio en su voz.

- Lya. - la hizo callar Zeev. - Anne, sabes perfectamente las normas y sabes el castigo por la traición. Fuera de aquí.

- Pero mi hija... Y los soldados, me matarán si salgo de aquí...

- ¡Fuera! - Zeev se veía dolido y triste. Anne le hizo una seña a la niña para que la siguiera, un gesto de orgullo acompañó a esa acción, supongo que intentó guardar el poco orgullo que tenía. La niña obediente comenzó a caminar hacia su madre pero Zeev le impidió seguir a Anne. - Tu sola has de ir por el camino que tu misma te has ganado, no harás sufrir a Julie por tus errores. La desterrada eres tu, Julie se queda.

Anne me miro con odio y se lanzó hacia mí.

Me propinó un puñetazo contundente el cual me hizo pensar que se me dislocaba la mandíbula, sentí un fuerte dolor en esta y el labio me comenzó a arder. Me defendí como pude hasta que la sacaron de encima, evitando daños más graves que un corte en el labio y unos cuantos mechones de pelo arrancados. Jamás olvidaré esa mirada de rabia mezclada con incapacidad que describía a la perfección ese último gesto desesperado por tomar venganza en contra de mí por haberla despojado de todo aquello que ella amaba y conocía.

- ¡¡DESGRACIADA!! ¡TODO ES POR TU CULPA! ¡Mi hija...! Mi niña... Noo... - gritaba Anne desesperada, revolviéndose para liberarse del agarre en el que la tenían presa Alec y Tomás. 

- Mami... ¡Mami! - lloriqueaba Julie intentando ir junto con su madre pero Zeev la mantenía junto a él. - Zeev, ¿a dónde llevan a mamá? Quiedo id con mami.

- Lo siento Julie. - a Zeev se le quebró la voz al intentar pronunciar  alguna palabra que animara a Julie así que se agachó y abrazó a la niña. 

Lya y yo observábamos la escena con tristeza. Lya vio que la presencia de la niña sólo empeoraría el estado de animo de Zeev, así que con palabras dulces y animadoras sacó a Julie de la sala. Dejándonos solos a Zeev y a mi. Un sentimiento de culpabilidad inundó mi ser al tiempo que el sentimiento de orgullo y satisfacción por haber descubierto una traición interna. Pero también por mi culpa la vida de una joven había sido destruida. No sabía como sentirme realmente.