miércoles, 23 de abril de 2014

Capítulo 25

Se respiraba tensión en ese ambiente tan hostil, los soldados a mis órdenes corrían de un lado a otro jadeantes revasteciendo a los soldados de más grado encargados de los explosivos. Desde mi posición, bajo una carpa y sentado en un cómodo asiento, se oían las explosiones de los intentos de derrumbar esa gran masa de duro metal. Cada sonido producía en mi una sensación de regocijo que levantaba mi alma del suelo, a cada estallido de pólvora me encontraba más cerca de lograr recuperar lo que es mío, más cerca de ella.

-... por eso es una estupidez, dé la orden de parar. ¿Me está escuchando señor Gallager? - oía por detrás al capitán McConaughey dándome un discurso.

- Dos cosas, capitán. Primera, no me interesa lo que dice y por consiguiente no, no le estoy escuchando. - dije con aburrimiento y sin siquiera mirarle a la cara. - Segunda, mi padre, el Capitán General y el Presidente del país, me ha concedido poder sobre todas las personas que puedes observar y sobre todo el arsenal militar. Puedo hacer con ello todo lo que yo desee.

- Con todos mis respetos, William, usted es demasiado joven como para saber que hacer con ese poder.

- Mi padre no opinó lo mismo, soy un niño prodigio. Mi cociente intelectual es mucho mayor a la media y soy suficiente maduro como para dirigir esta situación. Que tenga veinte años no es excusa.

- Mi hijo también era un niño prodigio y mire, se le entregó un poder muy grande y las decisiones que tomó a causa de eso fueron todas erróneas.  Ser joven no es cuestión de edad, es de falta de experiencia. Y a mi parecer ni usted ni Jesse estuvisteis nunca preparados para tal responsabilidad. - me soltó cabizbajo mirándome como con algo de lástima.

- No me compare con su hijo. - le respondí violento, levantándome de golpe del asiento - Por culpa de los destrozos y las guerrillas de las que él es el responsable y de su ineptitud para cazarlo es por lo que mi padre confía más en mí que en usted. Yo en cuestión de semanas he llegado al escondite de los rebeldes, con la guarida de su hijo.

- Tuviste ayuda.

- Pero logré muchísimo más que usted en años. Así que ni se le pase por la cabeza decirme algo sobre como debo actuar.

- ¿Permiso, señor? Traigo informes sobre la primera línea- se adentró temeroso un cadete recién incorporado.

- Adelante, habla. - le ordené.

- La primera puerta ha cedido y nos encontramos con otra segunda puerta. Seguimos sus instrucciones y sin aminorar seguimos bombardeando la segunda puerta.

- No me has contado nada nuevo, todo eso ya lo sabía. ¿Tienes algo nuevo o ya te retiras? - le dije antipático, no tenía el humor como para que un cadete novato me contara historietas que ya sabía. - Ve al grano.

- Perdón, señor. Hay movimiento del enemigo. - Noté como cada fibra de mi cuerpo se tensaba. ¿Se habían rendido y pretendían devolvermela? Yumi, en ella era en lo único que podía pensar. Salí de la carpa sin detenerme a oír ni un detalle más de aquel cadete.

El trajín era si cabe mucho más intenso que hacía un rato atrás. Dos cadetes pasaron corriendo, no pude evitar recordarnos a Jesse y a mí mismo en nuestros tiempos de cadetes, de eso hacía unos años. ¿Por qué se habían separado tanto nuestros caminos? Nuestros padres siempre estuvieron en un mismo ámbito social, así que al ser los hijos de los mayores cargos del ejercito y tener la misma edad, prácticamente, nos hicimos muy amigos. En todos los eventos hay estábamos nosotros dos para montar jaleo. Siempre fuimos uña y carne, incluso cuando decidimos alistarnos para que él pudiera seguir los pasos de su padre y yo cumplir con las expectativas del mío porque lo que me apasionaba a mi realmente era la ciencia. Como era de esperar eramos los mejores de nuestra promoción. Yo mientras entrenaba participaba en investigaciones sobre como hacer un ser humano insuperable por alteración de ADN, que realizaba junto con un famoso científico, e investigaciones privadas mías sobre el control del cerebro humano.

La investigación del ADN se aplicó en el ejército, en mi misma promoción, supongo que hay fue donde nuestros caminos se comenzaron a dividir ya que, Jesse y otros buenos compañeros de equipo se ofrecieron como conejillas de indias para ser objetos de experimentación. Ninguno sobrevivió a excepción de Jesse que dio unos resultados inigualables. Recuerdo la sangre de mis compañeros por el quirófano producidas por un rebote de ADN, que provocaba unas grandes reacciones alérgicas, tal como que el cuerpo rechazaba la piel y esta se deterioraba dejando el músculo sanguinolento a pura vista, todas terminaban en muerte dolorosa y agonizante. Jesse al entrar en esa sala y encontrarse con esa escena busco una cara amiga, estaba muy asustado, pero lo único que encontró fue mi cara impasible, todo era por el bien de la ciencia. A mitad del calvario me miraba con odio, como si yo fuera el responsable. Después de aquello se apartó completamente de mi, desde aquel día me dejó solo. Para aliviar ese vacío me dediqué en cuerpo y alma a mis investigaciones, que llevé a cabo en clandestinidad, pudiendo desarrollar finalmente un suero que aplicado al cerebro infunde al sujeto en un sueño profundo y permite crear realidades suplementarias en el cerebro de una persona, como si de un lienzo en blanco se tratase, el HDC o Hipnotic Dream Control. Mi sujeto en pruebas del HDC no era otra que la mujer que lideraba a los rebeldes, la hija de un senador, la mujer que yo amaba. Con gran esfuerzo la conseguimos atrapar y experimentar con ella, pero Jesse  me la arrebató. Por esa razón es por la que me encontraba en esta situación, tenía que recuperar a Yumi, no permitiría que nadie me la quite, jamás.

Con paso firme avancé hasta la primera línea y allí se encontraba la figura de una mujer joven. ¿Yumi? No, no era ella. Se trataba de la celosa muchacha que me había pasado la información sobre la posición de los rebeldes, Anne. Se encontraba pegada a la segunda puerta llorando y sollozando por su vida. Al verme se arrodillo a mis pies pidiendo clemencia.

- Señor no me mate, tengo una hija, ella me necesita.

- Yo no la veo. - dije seco. - Mira, Anne, el mundo funciona de una forma y para mi esa forma es muy clara.
- Señor, no comprendo. - acto seguido ella se levantó.

- Bien, lo explicaré para tu corta inteligencia. - suspiré - La forma de vida que yo tengo, mi lema en este mundo es que lo que quiero lo tengo y lo que no me sirve lo desecho. Tu, ya tuviste tu utilidad, eres un desecho. - le solté mirándola con asco y repugnancia. Con un rápido movimiento desenvainé mi espada y atravesé el cuerpo de la joven sin pensármelo. Sentí su respiración entre cortada en mi hombro, su sangre caliente brotando de su interior, vi el brillo de la sangre en el filo de la espada que se podía ver saliendo de la espalda de Anne. Retorcí el arma provocando que la joven soltara un pequeño grito junto con su último aliento y la saqué  del interior del cadáver dejando que cayera en el suelo levantando una nube de polvo, con los ojos abiertos como platos y sin brillo alguno que denominase que en ese cuerpo hubiera vida. Retrocedí unos pasos hacia una cámara allí puesta y apunté con el filo aún chorreante al objetivo. - Jesse, se perfectamente que te encuentras mirando esto. Devolvedme lo que me quitastéis o todos sufriréis la misma suerte que tuvo vuestra querida compañera. ¡Devolvedmela!

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